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Médico oncólogo que le retiró un carcinoma que le deformó su cara
Miguel Barragán
[San Luis Hoy]
CIUDAD VALLES. Un hombre se encerró en su casa cuando su rostro se deformó por un tumor y, por suerte, un oncólogo lo conoció dentro del Hospital General, salvándole la cara y la vida.
La crisis
En abril de 2024, Marcos Abel Guerra Ríos se desmayó en su propia casa, mientras permanecía encerrado a cal y canto, debido a la vergüenza que le causaba un tumor que ocupaba gran parte de su cara y que lo había cegado de un ojo.
Aunque sus hermanos lo visitaban con regularidad, un mal día de abril del 2024 fueron a su casa y abrieron los candados a la fuerza para percatarse de que Marcos estaba en el suelo, exánime, sin conocimiento, del sufrimiento sus hermanos lo llevaron al Hospital General de Valles de urgencia.
En el nosocomio, los médicos anestesiólogo y el internista, no daban esperanza de que se salvara de la lesión que le ocupaba el rostro y que sangraba, por la caída sufrida un día antes. Marcos pensó que era el fin.
El oncólogo
Roberto Mosiñoz Montes, quien es cirujano oncólogo del Hospital General de México y que atiende en la Huasteca potosina escuchó sobre un caso complicado que había llegado al nosocomio y luego de verlo, supo que se trataba de un carcinoma basocelular que se podía tratar, pero que por lo aparatoso del crecimiento tumoral, parecía una tarea bastante arriesgada para los del nosocomio, quienes no están habituados a carcinomas.
Planearon una cirugía de remoción del carcinoma y reparación de la piel del rostro, pero hubo renuencia de parte del médico anestesiólogo y las cosas se complicaron.
Roberto Mosiñoz entonces planeó crear un grupo interdisciplinario de médicos y técnicos para operar y luego tratar a Marcos Guerra y el 27 de abril del año pasado removió el tumor, en una clínica particular, continuando después con las radioterapias en el Hospital Central de San Luis Potosí.
La reclusión
Marcos Guerra no era una pera en dulce con las recomendaciones y el tratamiento. Es más, él mismo aceptó que el carcinoma que empezó como un pequeño arañazo de menos de un centímetro y que se convirtió en un apéndice casi del tamaño de su propia cara, era tan angustiante que se recluyó en su casa, sin hacer caso a sus hermanos de que se tratara, hasta que lo llevaron, desmayado y casi en coma diabético, porque la depresión lo fue sumiendo en una peligrosa inapetencia.
Colofón
Mosiñoz Montes devolvió a la vida a Marcos Guerra, pero falta el último paso de su rehabilitación: la cirugía plástica que le regrese a su apariencia normal y que le dé la confianza de tener la vida como la conocía antes del carcinoma, para continuar adelante.