EL UNIVERSAL
El sábado, en el segundo día de actividades del 53° Festival internacional Cervantino (FIC) el compositor, arreglista y trompetista londinense Sam Eastmond presentó el concierto “Bagatelles de John Zorn”.
Sobre la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, cada sección (cuerdas, alientos, percusiones y un piano salvaje) toma su lugar con Sam Eastmond —de espaldas al público; pantalón negro, camisa negra, tenis deportivos— como guía que llama a los 12 artistas del conjunto, agitando las manos, mientras la música crece.
Cuando la saxofonista queda sola, recreando la respiración de John Zorn desde los primeros minutos, los instrumentos guardan silencio para después rodearla con sus sonidos. Luego pasa lo propio con el piano, al que todos dejan seguir su goteo tensísimo y atonal; le sigue la guitarra con su clímax de distorsión.
Pareciera que cada instrumento se presenta y, curiosamente, desde las butacas, la mayoría del público permanece quieta. Los instrumentos se juntan, van ascendiendo en un coro que, al final, queda tartamudeando, mientras el viento frío recorre el escenario.
Los artistas se levantan, reciben el aplauso discreto de la gente y Eastmond los presenta para rematar con un “John Zorn on composition”. El concierto recién empieza y los alientos no dejan de crear un ambiente denso, extraño, que busca la distorsión poco a poco. Entonces, habla: “Amo la música de John Zorn”.
Es John Zorn, autoridad y leyenda de la música experimental. Son Sam Eastmond y John Zorn. Es el arranque de una sinfonía de ritmos tensos. Y el concierto recién comienza.
