
Martín Rodríguez
[San Luis Hoy]
En el Viernes de Dolores número 128 del callejón del Buche y la calle Altamirano abundó el agua de limón con chía, aquella que si bien tiene su muy alto valor nutricional, también representa las lágrimas de la Virgen, originadas por los siete dolores.
Los vecinos de la calle que ha hecho toda una historia, desde 16 de septiembre hasta Damián Carmona, convivieron con miles de potosinos y visitantes de diferentes estados por cuarto año consecutivo, sin interrupciones, y después de las medidas restrictivas de 2020 y 2021 derivadas de la pandemia de coronavirus.
La tradición dicta que a manera de gratitud, los vecinos regalan algunas ofrendas a los visitantes. Algunos prepararon agua, gelatinas o paletas para regalar.
Hubo quien proyectó con un filtro morado la película La Pasión, o una familia de la calle Mariano Hidalgo que además de armar el altar, incluyó la foto de Yuli, la siempre organizadora que ya se fue al cielo.
Otros vecinos costearon los juegos mecánicos y algunos más se la rifaron con la distribución de objetos simbólicos. El aire hizo lo propio y puso el ambiente con los banderines en movimiento al ritmo y velocidad de cada racha.
Comenzó la venta indiscriminada de huevos de pascua. A las 8 de la noche, en uno de los patios más amplios de las casas, los vecinos organizaron una misa para quien guste participar de ella.
La diferencia de ahora con los años anteriores, es que la de 2025 fue una noche fresca, llena de fiesta y color, y para recordar porque el clima confuso mandó a la calle algunos solo con una playera, ya otros de manera precavida con chamarra, sudadera o suéter.