
En 1655 la corona española otorgó el título legal y reconoció el escudo de armas de la capital estatal
Por Rolando Morales
[San Luis Hoy]
Pese a que el 25 de agosto en San Luis Potosí comúnmente se celebra la fiesta patronal de San Luis Rey de Francia, para el historiador Inocencio Noyola, este día representa una de las más importantes culminaciones históricas, pues se cumplen 370 años de que la ciudad se formalizó con este título en 1655.
Esto de acuerdo con el análisis escrito por Noyola en la edición 88 de la revista La Corriente, el cual lleva por título “El Otorgamiento del Título de Ciudad a San Luis Potosí, Agosto de 1655”.
El autor, historiador egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana y maestro en Estudios Regionales por el Instituto Mora, ha dedicado su carrera a la divulgación del pasado potosino. Dirigió la Casa de la Cultura Jurídica por más de dos décadas y ha impartido clases en la Facultad del Hábitat de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). Actualmente, su canal de YouTube, Historias Potosinas, es un referente para quienes buscan conocer los relatos, curiosidades y tradiciones de la región.
El inicio
En entrevista destacó que el otorgamiento del título de ciudad a San Luis Potosí en 1655 no fue un gesto ceremonial aislado, sino la culminación de un proceso en el que confluyeron urgencias fiscales de la monarquía hispánica, estrategias de ascenso y consolidación de las élites locales y una ingeniería jurídica diseñada para estabilizar territorios mineros estratégicos. El texto de Inocencio Noyola permite reconstruir ese “día a día” con precisión documental y, al mismo tiempo, situar el episodio en una discusión historiográfica que ha oscilado entre tres fechas 1655, 1656 y 1658, según se privilegie el acto de otorgamiento, la confirmación virreinal o la real.
Desde el siglo XIX diversos autores transcribieron o glosaron el “título de ciudad”. Noyola muestra que la aparente discrepancia nace de un procedimiento escalonado: primero, el otorgamiento en nombre del rey en 1655, luego, la confirmación del virrey en 1656 y finalmente, la sanción del monarca 1658. Si se privilegia el momento en que la corona, por medio de su delegado, confiere facultades y ejecuta el cambio de estatus, 1655 es la fecha constitutiva.
“Tener el título de ciudad es un nombramiento muy importante, que otorga la corona. Entonces, en 1655, el rey le ordena al virrey que se vendan, porque hacía falta dinero, que se vendan algunos títulos de ciudad. Y uno de esos lugares que van a adquirir el título de ciudad va a ser San Luis Potosí, en agosto de 1655. O sea, si tú lees estas matemáticas, San Luis está cumpliendo 370 años como ciudad. No su fundación, su fundación es en 1592, pero como ciudad son 370 años, que a mí me parece una fecha importante”.
Crisis minera
El escenario previo fue crítico, pues la minería del Cerro de San Pedro y su circuito comercial atravesaron una contracción tan severa que hacia 1646 se temía el despoblamiento; la Real Caja se cerró en 1651 y se reabrió en 1653, sin lograr revertir del todo la caída. A la par, la Corona demandaba recursos extraordinarios para financiar ejércitos y guerras europeas. En ese marco, las cédulas reales instruyen al virrey a “vender y beneficiar oficios y otros medios”, incluyendo la elevación de villas a ciudades, la enajenación de cargos municipales y el cobro de la media anata. Esta política, legítima en el orden jurídico indiano, era al tiempo un mecanismo de fiscalidad y de gobierno: al vender oficios se inyectaba liquidez a la Hacienda y se creaban instituciones locales capaces de regular abasto, justicia y policía urbana.
Ante esto, el virrey Francisco Fernández de la Cueva y Enríquez de Cabrera, Duque de Alburquerque, comisionó a Antonio de Lara Mogrovejo, alcalde de Corte y juez de provincia, con plenos poderes delegados para ejecutar las medidas de aumento de caudales. Su arribo a San Luis en agosto de 1655 fue inmediato y operativo: inventarió oficios ya beneficiados, identificó los susceptibles de venta y, crucialmente, convocó pregones y remates públicos para subastar el alférez mayor, el provincial de la Santa Hermandad, el depositario general y regidurías. La escena de mesas y sillas en la plaza ilustró la publicidad y formalidad de estos actos, condición de legitimidad y también de competencia entre élites.
“Entonces se lleva a cabo la subasta. Imagínate una mesita acomodada para hacer la subasta frente a las casas reales que usa el Ayuntamiento, ese edificio era otro, pero se ponen en la mañana a hacer la subasta, se anuncian y ya se compra. Entonces Lara Mogrovejo después de la subasta va entregándole los títulos a la gente que los adquirió y el 24 de agosto redacta el documento que le da título a
la ciudad”.
Con la petición en mano y los oficios rematados, Lara Mogrovejo otorgó el título de ciudad el 24 de agosto. Además, se dispuso el escudo de armas: un cerro con barras metálicas, alusión a la minería, y San Luis en la cumbre; al pie, una serpiente alada con llamas, elemento que no se conservó. La heráldica condensaba origen económico, patronazgo religioso e inscripción política.
Al día siguiente, el 25 de agosto, se instaló el Cabildo. Los capitulares tomaron asiento en “forma de sala”, juraron, recibieron varas y fijaron precedencias. Con ello, San Luis inauguró su régimen municipal.
“Los convocan a que vayan a la iglesia, porque es el día de la fiesta del santo patrón de la ciudad, San Luis Rey. Van a dar gracias al santo patrón, y no van como cabildo, van como ciudad. Eso me parece muy importante, que van como ciudad al festejo ceremonial, terminan el festejo ceremonial y regresan a la sala de Cabildo, y entonces dicen sí, ahora vamos a tener nuestra primera Sesión de Cabildo”.
Ese mismo 25 se eligieron alcaldes ordinarios, se ordenó abrir el Libro de Cabildo, cuyo primer volumen (1655–1662) Noyola analiza, y se estableció la práctica de asistir “en forma de ciudad” a las festividades del patrón jurado, San Luis Rey de Francia.
Pruebas documentales
El valor del estudio de Noyola radica en el análisis del primer Libro de Cabildo (1655–1662), resguardado en el Archivo Histórico del Estado, contrastado con la paleografía publicada por Rafael Montejano y Aguiñaga. Este último trabajó con una copia certificada por el escribano Ignacio Antonio de Fauduas (vigente entre 1745 y 1774), compuesta por 26 fojas útiles más la certificación. El interés de Noyola en la dimensión material de los documentos, folios, omisiones o errores de foliación, no es una minucia erudita, sino la base de su argumento jurídico: 1655 debe considerarse el año fundacional del Cabildo y, por tanto, de la ciudad.
El proceso tuvo varias consecuencias: primero, se consolidó un gobierno municipal con atribuciones y recursos propios; segundo, se construyó un marco de legitimidad para las élites locales a través de oficios que podían comprarse y heredarse, lo que aseguraba continuidad de poder y prestigio; tercero, San Luis se incorporó a la red urbana novohispana, adoptando ordenanzas, en un inicio, las de Puebla, y prácticas comunes de gobierno; cuarto, se reforzó el lazo fiscal con la monarquía, ya que cada traspaso de cargos significaba ingresos adicionales. En el plano simbólico, el escudo de armas y las ceremonias instituyeron una identidad cívica vinculada a la minería, a la devoción por San Luis Rey y a la memoria del acto fundacional.
En síntesis, la ciudad de San Luis Potosí surgió jurídicamente el 25 de agosto de 1655 dentro de una economía política del título: la Corona monetizaba dignidades y oficios para sostener su hacienda, mientras las élites locales adquirían instituciones con las que ejercer gobierno, orden y prestigio. El caso potosino refleja la flexibilidad del derecho indiano que permitía delegar soberanía a comisionados y la lógica de un sistema en que dinero, honor y poder político eran convertibles entre sí.
El Cabildo, Justicia y Regimiento instalado ese 25 de agosto representó exactamente esa transacción: una comunidad minera en crisis que, al recibir el título, obtuvo herramientas para impartir justicia, garantizar el abasto, regular precios y dar forma a la ciudad, entendida no solo como traza urbana, sino como un cuerpo político dotado de memoria, símbolos y jerarquías. A 370 años de distancia, la enseñanza es clara: la ciudad fue al mismo tiempo un instrumento imperial y local, un mecanismo de recaudación y de autogobierno que, en el caso de San Luis Potosí, dejó una impronta duradera en su cultura cívica, su heráldica y su manera de entender el poder municipal.