“QUÉ dirán los Meade y el padre Peñaloza”…
DE qué nos asombramos si durante décadas, los mexicanos hemos hecho apología del crimen sin medir las consecuencias, que ahora estamos pagando. A principios del siglo XX, aparecieron los corridos, que narraban las glorias revolucionarias: La Adelita, La Rielera, La Cucaracha, Carabina 30-30, eran narrativas populares de hechos reales. Posteriormente esta música que se calificó como regional mexicana, tuvo grandes intérpretes y autores como José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Pedro Vargas, Jorge Negrete y más cerca del nuevo milenio Vicente Fernández, Lupe Tijerina, Los Cadetes de Linares, Lalo Mora, Los Invasores de Nuevo León…
POR ahí de los finales de 60s y principios de los 70s, provenientes de Sinaloa, aparecieron los narcocorridos, los máximos exponentes: Los Tigres de Norte, quienes rompieron esquemas con “Contrabando y Traición”, que se popularizó en todo México, de ahí cual hongos tras tormenta, aparecieron decenas de grupos bajo ese esquema, y hoy en día con los corridos tumbados y los bélicos, con exponentes de tan baja calidad y peores letras como Peso Pluma, Natanael Cano, o Luis R Conriquez…
DESPÚES, ya entrado el 2000 comenzaron las narcoseries, primero llegaron las Colombianas, como: El Patrón del Mal, El Cártel de los Sapos, Sin Tetas no hay paraíso, pero de inmediato productoras estadunidenses y mexicanas, vieron la veta de oro y empezaron a sacar series como: Camelia la Texana, Narcos, El Chema, Rosario Tijeras, La Reina del Sur, Muñecas del Mal o El Señor de Los Cielos, esta última con nueve temporadas y casi 800 capítulos, con una audiencia promedio de 3.6 millones de espectadores por capítulo. En este inter, además de la música y las series, se consolido la moda “buchona” una forma de vestir de hombres y mujeres…
AL menos desde los años 80s, se presentó un fenómeno denominado “narcocultura”, la presencia del narcotráfico en México se popularizó gracias a los narcocorridos, la narco literatura, el cine, las artes plásticas y hasta óperas, incluso, recientemente la polémica desatada por la película Emilia Pérez, ganadora del Globo de Oro y fuerte aspirante al Oscar, una película que narra un narcotraficante mexiano trans. A finales de los años 90s, especialistas, sociólogos y pedagogos advertían del peligro de la narcocultura, que ensalzaba la violencia y el delito, una subcultura tóxica que mina y carcome valores fundamentales de la sociedad y promueve actitudes y conductas destructivas entre los jóvenes. Indicaban una y otra vez que la narcocultura que encumbraba a los líderes criminales, por sus hazañas, el poder y el control que ejercían, provocaba desensibilización hacia el sufrimiento humano y la pérdida de empatía y solidarida, fomentaba la violencia y la inestabilidad social…
TODA esa generación de millenials, crecieron escuchando música y viendo narco series donde el criminal es humanitario, un hijo amoroso, padre responsable, amante vigoroso, patriarca generoso y líderes con causas populares, que ayuda al pobre y engaña al rico, que viene de la cultura del esfuerzo, que exalta la astucia para evadir la ley, alardean de los actos delictivos, el sadismo y el excéntrico estilo de vida. En su estudio “La narcocultura en México: La situación de Niños, Niñas y Adolescentes, realizado por los especialistas Génesis Cornelio Cerino y el maestro Erick Cornelio Patricio, se llega a esta conclusión respecto al tema: “La música, la televisión y otros medios sirven de catapulta para el propagandismo del crimen organizado, que a su vez incrusta en el imaginario de las infancias y adolescencias espacios aspiraciones de un supuesto “éxito” o “estabilidad económica” dentro del crimen organizado. Estos procesos sociales han normalizado la violencia al mismo tiempo que la participación del crimen organizado en el reclutamiento de infancias y adolescencias para cumplir con el negocio de la droga, sin visibilizar las graves consecuencias y deterioro que provoca. Dentro de la comunicación está el poder, entre más surjan actos que normalicen las actividades del narcotráfico, mayores serán las consecuencias que contribuyan al quebrantamiento del tejido social, donde las niñas, niños y adolescentes son los más afectados”…
EN los últimos años, en México, se ha detectado un fenómeno en jóvenes de clase media alta, de buena familia, con solvencia económica, buenas escuelas, sin necesidad, que han formado algunas células para delinquir, desde la venta de combustible robado, huachicol, lavado de dinero por medio de facturaras, hasta el trasiego de drogas. Un escape de su vida resulta aburrida, la necesidad de adrenalina, del dinero fácil, las armas, en fin… Armando Acosta