Las 2 mil almas del Covid-19

Rubén Pacheco

[San Luis Hoy]

Todo inició del otro lado del mundo, entre especulaciones, incertidumbre y finalmente en una dolorosa certeza: el virus SARS-Cov-2, causante de la enfermedad bautizada como Covid-19, se confirmó como la nueva pandemia que, alrededor del planeta ha cobrado la vida de más de un millón de seres humanos.

Lo que parecía lejano o el guión de una película hollywoodense, poco a poco se fue extendiendo por el globo terráqueo hasta llegar al continente americano y de ahí, se diseminó por territorio mexicano, justo en un sistema de salud ya de por si debilitado por otros padecimientos crónico degenerativos como diabetes mellitus, enfermedad renal y obesidad.

Su llegada se dispersó en un contexto sociocultural muy complejo, donde pesan más las creencias religiosas o milagrosas que las evidencias científicas, pues el 72.59 por ciento de la población mexicana confía más en la fe y los amuletos, que en la ciencia, reveló la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología  (ENPECYT) 2013, elaborada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

EL INICIO MORTAL

El 25 de marzo pasado San Luis Potosí registró el primer deceso por el nuevo coronavirus, tratándose de un hombre de 70 años, quien pereció a las 07:10 horas, con un diagnóstico de neumonía por influenza, Covid-19 y una complicación pulmonar por una infección bacteriana, según informó la Secretaría de Salud de Gobierno del Estado (Ssa).

La información oficial precisó que, en el paciente confluyeron enfermedades concomitantes, tales como hipertensión, dislipidemia –niveles excesivamente elevados de colesterol o grasas en la sangre—, obesidad y antecedente de tabaquismo, además que previo al ingreso presentó prueba positiva a influenza.

Antes de confirmarse la muerte del paciente, la infodemia o desinformación de la pandemia, ya hacia mella en la opinión pública y corría por redes sociales, consistente en suposiciones de funcionarios contagiados hasta supuesto ocultamiento de información gubernamental.

MÁS DE UNO

Aunque día con día se actualizan las cifras mortales, hasta el 27 de junio la entidad contabilizaba el fallecimiento de dos integrantes de dos familias por la enfermedad, es decir, esposos, padres e hijos u otra relación en primera línea.

La Ssa detalló que en una de las familias, las víctimas residían en la Zona Metropolitana, y el segundo núcleo familiar en un municipio de la Región Altiplano. El impactó se dio por el alto riesgo de contagiarse, pues se comparten enfermedades crónicas y riesgos, además de la trasmisión activa.

A lo largo de la pandemia, las autoridades sanitarias han recalcado que el virus se expande por la movilidad de la ciudadanía, por lo tanto, un gran porcentaje de los contagios y muertes posteriores, se debieron a que algunos miembros evitaron atender las medidas y sin saberlo, trasmitieron la enfermedad a sus seres amados.

INVISIBLE HASTA

EN LA MUERTE

El 1 de junio pasado, Miguel Ángel Lutzow Steiner, portavoz del Comité Estatal para la Seguridad en Salud, informó el deceso de un hombre, sin datos de identificación en el municipio de Ciudad Valles, quien padecía encefalopatía isquémica como factor de riesgo a la enfermedad.

Ante ello, la Ssa notificó la defunción a los Servicios Periciales de la Fiscalía General del Estado (FGE), quien procedió con el resguardo del cuerpo, que de no ser reclamado, se dispondría a la fosa común.

Además de la FGE, también se dio vista a la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas, organismo que comenzó con las indagatorias para ubicar a familiares, cuyo trabajo obtuvo resultados el 30 de agosto pasado, pues se encontró un indicio de que posiblemente era originario de Santa María del Río.

De acuerdo con la relatoría de la Comisión, el avance se logró tras ubicar a la persona que lo socorrió y llevó al nosocomio, a quien el occiso, antes de ingresar, le dijo ser residente de ese municipio.

Hasta esa fecha, la institución estaba avocada a localizar a algún pariente, con apoyo de Alerta Amber, el área rural de la Policía de Investigación y la policía estatal, ya que en breve el cadáver debía remitirse a la fosa común.

ESTIMACIÓN LETAL

El 6 de agosto pasado se informó que, según estimaciones del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington, para el 1 de noviembre próximo, San Luis Potosí reportaría mil 949 muertes por la Covid-19.

Hoy 2 de noviembre, “Día de Muertos”, la previsión no solo se ha confirmado, sino también se superó en 319 personas muertas más a lo planteado, equivalente a un alza porcentual de 16.36 por ciento.

Hasta las 09:00 horas del 31 de octubre de 2020, la entidad potosina contabiliza 2 mil 268 fallecimientos, a reserva de sumar los reportados este domingo 1 de noviembre.

Aunado a lo anterior, la perspectiva del IHME revelada en junio pasado, suponía que al 1 de octubre pasado, habría 784 decesos por el nuevo coronavirus, pero para esa fecha la Ssa reportó mil 897 contagios. Dicho de otra forma, se cumplió y superó lo previsto por mil 113 muertes, equivalente a un aumento de 141.96 por ciento.

Es decir, los escenarios de mortalidad contemplados por la casa de estudios estadounidense, han sido certeros, y para desgracia de la población potosina, todavía falta sobrellevar la sindemia, o presencia concurrente de la Covid-19 y la influenza en esta temporada invernal.

El IHME prevé un saldo mortal de 3 mil 148 defunciones por la Covid-19 para el 1 de enero de 2021.

¿LOS QUE FALTAN?

Pese a los esfuerzos gubernamentales por enfocarse en la responsabilidad social, como indicador principal para decrecer la positividad del virus, la estrategia ha variado en cuanto a la efectividad y sensibilización ciudadana, ya que en meses anteriores decrecieron los contagios, pero en las últimas semanas la desatención de las medidas sanitarias ha vuelto a encender los focos sobre un posible rebrote.

Nadie desea ver salir más cadáveres de los hospitales, pero la agresividad de la Covid-19 tiene sometida a una sociedad divida que, por una parte pugna por respetar y acatar las recomendaciones, pero otra por rebelarse y seguir la vida cotidiana de siempre, esa de besar, abrazar, acudir a reuniones y no renunciar a la cercanía permanente.

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