
Leonel Mora
[San Luis Hoy]

En diversos cruceros de la capital se mantiene la presencia de menores que trabajan diariamente para conseguir unas pocas monedas de los automovilistas, a pesar de que esta práctica contraviene sus derechos como infantes
y adolescentes.
Muchos de ellos forman parte de familias de pueblos originarios que laboran bajo la tutela de organizaciones clientelares, en tanto que otros provienen de colonias populares en las que acecha la dependencia del alcohol, el uso de estupefacientes y la violencia intrafamiliar.
La mayoría pasa varias horas pidiendo dinero, limpiando parabrisas, retirando el polvo de los automóviles o bien ofreciendo dulces, bebidas, frituras, juguetes y otros artículos
de temporada.
Cuando se intenta hablar con ellos, son elusivos y herméticos. Cuando mucho, afirman trabajar “para ganarse el pan” o llevar algo de ingreso a sus familias por cuenta propia, aunque casi siempre hay adultos supervisándolos de cerca.
Los menores de pueblos originarios dan mucha menos información. Expresan algunas palabras en su lengua y corren a refugiarse detrás de sus padres, quienes tampoco se prestan al diálogo.
La autoridad municipal, a su vez, asegura que sí se combate este flagelo a pesar de que algunos padres denuncian.
A la semana, el Sistema Municipal DIF detecta entre tres y cuatro casos de abuso laboral de menores en cruceros u otros sitios.
La Ley Federal del Trabajo, en su Artículo 123, prohíbe el trabajo para menores hasta los 14 años, en tanto que entre los 14 y 17 años, se aplican criterios estrictos para permitir que laboren. Además, desde 2012, se añadió a la Carta Magna un catálogo de trabajos riesgosos para menores, el cual se puede consultar en los artículos 175 y 176 de la Constitución.